Dr. José Manuel Ramia
El Dr. Ramia en una intervención reciente.
“Existe un ‘perfil quirúrgico’: solemos ser personas resolutivas, con una inclinación natural hacia encontrar soluciones rápidas y eficaces a los problemas”
José Manuel Ramia Ángel (Alzira, Valencia, 1966) ha dedicado prácticamente toda su vida profesional a la cirugía del hígado, las vías biliares y el páncreas, con un enfoque especial en el tratamiento oncológico de tumores de esa zona de la anatomía. Actualmente, es jefe de Servicio de Cirugía General y del Aparato Digestivo en el Hospital General Universitario Doctor Balmes y en el Hospital General Universitario de Elda. Además, es profesor titular de Cirugía en la Universidad Miguel Hernández y preside el Comité Científico de la Sociedad Europea de Cirugía de HPB. Su trayectoria también ha incluido etapas en unidades de trasplante hepático en Granada y otros centros, donde consolidó su experiencia en una de las áreas más complejas y especializadas de la cirugía, y ahora ha vuelto a la cirugía de trasplantes.
P: ¿Qué motivó su interés en la cirugía y cómo evolucionó su carrera hasta convertirse en un referente en su campo? ¿Había otros médicos o cirujanos en su familia?
R: Tengo una teoría personal, indemostrable, que sostiene que quienes nos dedicamos a cualquier especialidad quirúrgica compartimos una forma particular de ver la vida. Creo que existe un ‘perfil quirúrgico’: solemos ser personas resolutivas, con una inclinación natural hacia encontrar soluciones rápidas y eficaces a los problemas. Durante la carrera, descubrí que me apasionaban las intervenciones quirúrgicas y encontré en la cirugía general una especialidad fascinante, con un abanico muy amplio de patologías.
Cuando me presenté al examen MIR, tenía claro que mi única opción era cirugía general. Desde el colegio, cuando aún estudiaba BUP y COU, supe que me interesaba la medicina, y durante la universidad confirmé que mi vocación estaba en el campo quirúrgico. Cuando conocí la cirugía general, no tuve dudas: quería ser cirujano general.
No me considero en absoluto un referente; me veo simplemente como un trabajador incansable. Mis padres no eran médicos y en mi familia no hay antecedentes en esta profesión, ni antes ni después de mí. Mis hijos tampoco han seguido este camino, aunque me habría hecho ilusión. Uno es psicólogo y el otro diseñador de videojuegos. Siempre les he dado absoluta libertad para que eligieran su camino, pero es cierto que, si alguno hubiera querido ser cirujano, habría sido un orgullo para mí.
En cuanto a mi trayectoria, lo que siempre he intentado es que los lugares donde he trabajado sean punteros en tecnología, profesionalidad, publicaciones científicas y, sobre todo, en el trato con los pacientes. Para mí, es fundamental medir y evaluar constantemente nuestros resultados con el objetivo de mejorar. Si en algo puedo ser considerado un referente, no es por un talento innato, sino por mi persistencia y mi compromiso con la excelencia en todos los ámbitos de mi trabajo.
P: ¿Qué recuerdos tiene de su época de estudiante?
R: Guardo recuerdos estupendos de mi etapa como estudiante en Valencia. Durante los tres primeros años, mientras mis padres vivían en Castellón, residí en un colegio mayor, y la verdad es que lo recuerdo como una experiencia muy divertida, aunque exigente en cuanto a estudio. Más tarde, mis padres se trasladaron a Valencia y pasé a vivir con ellos en su casa de allí; también fue una etapa fantástica. La universitaria fue, sin duda, una de las mejores épocas de mi vida: mucho trabajo y esfuerzo, porque estudiar medicina es duro, pero también aporta muchos momentos de diversión.
Como presidente de la Reunión Nacional de Cirugía (RNC) de Alicante, en 2023.
P: ¿Tuvo algún mentor que lo inspirara o encaminara profesionalmente?
R: Me habría gustado contar con más mentores a lo largo de mi carrera. He tenido muchas personas que han influido en mí, pero no en el sentido estricto del concepto de mentor que se maneja hoy en día. En mi época, había excelentes cirujanos, pero no existía esa cultura de mentorización tan desarrollada como ahora.
Creo que, de haber contado con un buen mentor, habría tomado decisiones diferentes en algunos momentos de mi carrera. A veces, te embarcas en proyectos que requieren mucho esfuerzo y ofrecen poco beneficio o eliges un tipo de cirugía sin una estrategia clara. Como esa figura no estuvo presente de forma tan estructurada en mi trayectoria, siempre he intentado ejercer ese rol con quienes han trabajado conmigo, guiándolos para que tomen mejores decisiones en proyectos quirúrgicos, académicos y profesionales.
Por ejemplo, la acreditación para ser profesor titular es un proceso complejo, pero si alguien te orienta sobre los pasos a seguir, el camino se hace más sencillo y eficaz. Tener un mentor profesional es clave, y, cuantos más haya, mejor nos irá a todos.
Mi carrera ha estado marcada por múltiples cambios de ciudad y hospital. Hice la residencia en Madrid, luego trabajé cinco años en Ciudad Real, cinco en Granada, trece en Guadalajara y, desde hace casi cinco años, estoy en Alicante. Este recorrido ha hecho difícil establecer una relación de mentoría prolongada con una sola persona, pero he tenido la suerte de cruzarme con muchas personas que han influido positivamente en mi desarrollo profesional. Prefiero no mencionar nombres porque seguro que me olvidaría de alguien, y eso me parecería injusto.
P: ¿Cómo fueron sus inicios profesionales?
R: Tras finalizar la residencia en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, conseguí un puesto como facultativo especialista en Ciudad Real. Fueron cinco años muy enriquecedores, en un hospital con mayor volumen del que podía parecer en un principio. Allí encontré compañeros excepcionales y tuve la oportunidad de operar muchísimo, lo que me permitió consolidar mis conocimientos técnicos y académicos. Además, en esa etapa nacieron mis dos hijos, un acontecimiento que, sin duda, marcó mi vida de manera especial, junto haber conocido, hace 35 años, a mi mujer.
Después de esa experiencia, me trasladé a Granada para formar parte del equipo de trasplante hepático y la Unidad de Patología Pancreática y Trasplante Hepático. Fueron cinco años maravillosos, ya que tuve la oportunidad de participar en el inicio del programa de trasplante hepático. Formar parte de un proyecto desde su nacimiento es una experiencia completamente distinta a incorporarse a uno ya establecido, y en ese sentido, fue un reto profesional muy estimulante.
En 2005, obtuve una plaza en propiedad y regresé a Castilla-La Mancha. Pasé dos años en Puertollano y tres en Guadalajara, donde fui ascendiendo de adjunto a jefe de sección y, posteriormente, jefe de servicio. Finalmente, me trasladé a Alicante, donde asumí el puesto de jefe de servicio y logré la acreditación como profesor titular de cirugía, un logro que ha sido especialmente significativo en mi carrera.
En el nombramiento de médicos mentorizados suyos como fellows del American College of Surgeons, en 2024
“Tener un mentor profesional es clave, y, cuantos más haya, mejor nos irá a todos”
P: ¿Qué le enseñan los pacientes sobre la vida y cómo ha influido esto en su perspectiva personal?
R: Lo que voy a decir puede sonar a tópico, pero es una realidad: en la oncología, las lecciones las dan los pacientes a los médicos, no al revés.
Algo que nos hace diferentes a los médicos del cáncer es que hablamos con las personas en los momentos más difíciles de su vida. No me refiero a una operación de apendicitis, sino a cuando un paciente oncológico recibe un diagnóstico devastador. Pocas situaciones en la vida son más difíciles que escuchar que tienes un tumor maligno, que necesitas tratamiento y que, aunque se hará todo lo posible, no hay garantías absolutas de supervivencia. Esa incertidumbre, ese miedo y la sensación de que todo se derrumba en un instante son realidades que vemos a diario en consulta.
Y, sin embargo, los pacientes muestran una entereza increíble. Son ellos quienes nos enseñan cómo afrontar la adversidad. Algunos se aferran a la vida con todas sus fuerzas; otros, cuando no quedan más opciones, eligen pasar el tiempo que les queda en paz con su familia. Cada persona tiene una manera distinta de afrontar la enfermedad, y nosotros aprendemos de ello todos los días.
P: ¿ Cómo debe manejarse la comunicación con los pacientes para garantizar que se sientan informados y apoyados?
R: En mi práctica, intento ser siempre cercano y cariñoso. Creo que la información oncológica debe ser extremadamente precisa, pero también transmitida con calidez y empatía. No es fácil combinar ambas cosas, pero es fundamental. Con los años, he aprendido que cada paciente es diferente: algunos necesitan saber cada detalle de su situación, otros prefieren recibir solo la información esencial. Lo mismo ocurre con las familias. Adaptarse a estas necesidades es clave para brindar el apoyo que requieren en uno de los momentos más difíciles de su vida.
Hablo bastante, y creo que eso es una ventaja a la hora de comunicarme con los pacientes. Siempre les repito una frase en la consulta inicial y en las sucesivas: “No se queden con dudas”. Sé que, a veces, puede que no explique las cosas exactamente como ellos necesitan, pero intento transmitirles que estoy ahí para responder todas sus preguntas y que soy su mejor opción.
Cuando alguien recibe un diagnóstico de cáncer, experimenta un bloqueo mental casi inmediato. Es un momento de enorme incertidumbre y miedo. Sin embargo, es crucial que, dentro de esa situación, el paciente pueda verbalizar sus dudas y expresar sus preocupaciones. Muchos piensan que algunas de sus preguntas pueden ser una tontería, pero siempre les aclaro que no hay dudas insignificantes. Lo que a mí me preocupa como médico puede no ser lo mismo que inquieta al paciente, y la información que yo considero suficiente puede no ser la que él necesita.
No creo en edulcorar la información ni en dar falsas esperanzas. Al paciente hay que ofrecerle un pronóstico claro, conciso y concreto. No se trata de ser frío o insensible, pero sí de transmitir la verdad de manera honesta y con empatía. La comunicación es clave para la relación médico-paciente: cuando el paciente comprende su situación y sabe qué esperar, todo el proceso se vuelve más manejable. De hecho, muchas veces, cuando ocurre alguna complicación, el paciente suele decir: “Esto es lo que usted ya nos contó en la consulta”. Ese es el objetivo: que el paciente no solo reciba información, sino que realmente la entienda y la asimile.
Cada día en consulta es una lección de vida. Los pacientes nos enseñan lo que realmente importa: la capacidad de adaptación, la resiliencia, la importancia de estar acompañado y la forma en que cada persona encuentra su propia manera de enfrentarse a lo inevitable.
Fellow del Royal College of Surgeons of England (2015).
P: ¿Qué consejos les daría a sus colegas a ese respecto?
R: Siempre les digo a los residentes que deben ser extremadamente cercanos y empáticos con los pacientes, especialmente con aquellos que padecen enfermedades oncológicas. Sin embargo, la empatía por sí sola no es suficiente: también deben estar bien preparados desde el punto de vista médico y científico.
Los pacientes harán muchas preguntas y esperan respuestas concretas. No basta con ser amable; hay que tener un conocimiento profundo para poder proporcionar información clara y útil. Cuanto mejor sea la formación del médico, tanto en el ámbito humano como en el científico, mejor será la relación con los pacientes. La seguridad y la confianza que el médico proyecta dependen en gran medida de su preparación.
“Las inquietudes de los pacientes son universales: más allá de la técnica quirúrgica o la complejidad del procedimiento, lo que realmente les importa es si van a curarse. Buscan respuestas y, sobre todo, apoyo”
P: ¿Puede compartir algún caso o experiencia que haya sido especialmente significativa en su carrera?
R: Trabajamos en un hospital de alto volumen para los estándares de España. Realizamos alrededor de 70 cirugías pancreáticas al año, entre intervenciones en la cabeza y la cola del páncreas, más de 100 hepatectomías y entre 40 y 50 trasplantes hepáticos. En ese contexto, sería imposible destacar un solo caso, porque cada paciente tiene una historia única y un impacto significativo.
Lo que sí puedo decir es que, a lo largo de los años, he comprobado que las inquietudes de los pacientes son universales. Más allá de la técnica quirúrgica o la complejidad del procedimiento, lo que realmente les importa es si van a curarse. Buscan respuestas y, sobre todo, apoyo. En muchas ocasiones, lo más importante para ellos no es solo el tratamiento en sí, sino sentirse acompañados en el proceso. Esa, creo yo, es nuestra misión como médicos.
Miembro de honor del Royal College of Surgeons de Escocia, en Edimburgo (2023).
P: ¿Cómo define el propósito de su vida profesional?
R: Es una pregunta difícil, pero tengo una idea clara: en el fondo, todos los seres humanos queremos ser recordados con cariño.
En lo profesional, me gustaría que tanto mis pacientes como mis compañeros —ya sean de mi generación o aquellos a los que he formado o mentorizado— guarden un buen recuerdo de mí. No desde un enfoque idealista, sino porque, de alguna manera, les ayudé a mejorar, ya sea profesional o personalmente.
Además, algo que considero fundamental y que a veces olvidamos es que en un hospital no solo trabajan médicos. La relación con el personal de enfermería, la gerencia, los auxiliares, el personal administrativo y los celadores es clave. No es una cuestión de simple cortesía, sino de crear un ambiente de trabajo sano y productivo. Creo que tratar con respeto y profesionalidad a todos los miembros del equipo contribuye a mejorar el entorno hospitalario y, en última instancia, la atención que reciben los pacientes.
P: Ha colaborado voluntariamente en la realización de cirugías en Ecuador. ¿Qué le ha aportado?
R: He participado en cinco o seis misiones en Ecuador y en una en Gambia. Y, como ocurre en tantas experiencias de cooperación, uno aprende más de lo que aporta. Estas misiones te sitúan en una perspectiva diferente, te hacen consciente de que vivimos en un primer mundo donde, en general, tenemos de todo: agua caliente, comida tres veces al día y un hogar donde vivir. Es cierto que también hay pobreza en los países desarrollados y debemos preocuparnos por ello, pero la escala de las dificultades en otros lugares es mucho mayor.
Siempre me ha sorprendido la felicidad y la resiliencia de las personas en estos países, a pesar de contar con tan pocos recursos. Son comunidades increíblemente agradecidas y capaces de hacer mucho con muy poco. Recomiendo esta experiencia a cualquier profesional sanitario, porque es emocionante y muy enriquecedora.
El problema es que el mundo se está volviendo un lugar cada vez más inestable. Hay muchos países en guerra o en situaciones de inseguridad extrema, lo que dificulta la cooperación médica. Aun así, vale la pena intentarlo, porque el impacto que se puede generar es enorme.
Nombramiento como ‘fellow’ del Amaerican College of Surgeons, en 2013.
“A nivel diagnóstico, la inteligencia artificial aplicada a la radiología tendrá un papel fundamental. También ayudará a afinar estos tratamientos personalizados”
P: ¿Cuáles son los mayores retos que afronta la cirugía oncológica?
R: Uno de los principales retos en la cirugía oncológica, especialmente en el sistema sanitario público, es la creciente demanda de atención. El número de pacientes con tumores ha aumentado significativamente, pero los recursos son limitados.
Cuando un paciente recibe un diagnóstico de cáncer, lo que más desea es que todo el proceso —pruebas, tratamiento y cirugía— sea lo más rápido posible. Sin embargo, la presión asistencial es altísima, y gestionar los tiempos sin comprometer la calidad es un desafío constante. La necesidad de atender cada vez más casos hace que sea complicado ofrecer a todos la atención en el ritmo y las condiciones óptimas.
P: ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene trabajar en un hospital como el suyo?
R: Trabajar en un hospital de referencia tiene la ventaja de contar con una cartera de servicios completa. Cuando llegué a Alicante, por ejemplo, no existía un equipo especializado en carcinomatosis peritoneal, y hoy ya realizamos esas intervenciones en coordinación con ginecología, oncología y radiología. La medicina moderna es multidisciplinar: aunque una persona lidere el tratamiento, siempre hay varios servicios implicados de manera intensa.
En 2024, la Generalitat Valenciana nos reconoció como unidad de referencia en cirugía esófago-gástrica y pancreática avanzada, lo que significa que recibimos pacientes derivados de otros hospitales. Convertirnos en una unidad estructurada y consolidada es un proceso que requiere mucho esfuerzo, pero también implica una mayor carga de trabajo.
Otro aspecto clave es la cirugía robótica. En diciembre de 2022 adquirimos un robot quirúrgico y su implantación en cirugía oncológica es el futuro. Actualmente, un porcentaje significativo de los cánceres de hígado y páncreas ya los operamos con robótica, y progresivamente esta tecnología se irá extendiendo a casi todos los hospitales de España, como ya ha sucedido en urología con el cáncer de próstata.
P: ¿Y qué se necesita para tener un buen equipo?
R: Liderar un equipo es un reto complejo. Hay una broma que dice que si tienes que recordar a los demás que eres el jefe, ya lo has perdido todo. Encontrar el equilibrio entre ser un líder, un mentor y, al mismo tiempo, alguien cercano al equipo es complicado.
Uno de los mayores desafíos de ser jefe de servicio es la gestión de los equipos de trabajo. No hay una evaluación clara de la capacidad de liderazgo en estos puestos, pero es fundamental lograr cohesión, motivación y un ambiente en el que todos remen en la misma dirección. La clave está en evitar conflictos internos, fomentar la innovación de manera equitativa y asegurarse de que todos se sientan valorados en el equipo.
Para ello, es esencial rodearse de buenas personas y poner dedicación, esfuerzo y cariño en el trabajo. A veces se consiguen grandes resultados y otras veces no, pero lo importante es tener la tranquilidad de haberlo intentado con el máximo compromiso.
Nombramiento como miembro de honor del Colegio de Cirujanos de Kosovo.
P: ¿Qué avances científicos y tecnológicos han transformado su enfoque hacia la cirugía de cáncer en los últimos años?
R: Hay términos que a veces pueden sonar bien en una charla, pero que realmente reflejan la realidad de los avances médicos: medicina personalizada, medicina de precisión, tratamientos a medida. Y es cierto. Cada vez tenemos un conocimiento más profundo del cáncer a nivel molecular, químico y biológico, lo que nos está permitiendo desarrollar fármacos más específicos para cada tipo de tumor y cada paciente.
En los próximos años, este avance será aún más relevante. A nivel diagnóstico, la inteligencia artificial aplicada a la radiología tendrá un papel fundamental. También ayudará a afinar estos tratamientos personalizados, permitiendo identificar con mayor precisión qué quimioterapia es más efectiva para cada paciente. Ya estamos aplicando este conocimiento, pero en el futuro será mucho más concreto y detallado, permitiendo ajustes individuales dentro de guías clínicas bien establecidas.
P: ¿Qué consejos le daría a un estudiante de medicina que quiera dedicarse a su ámbito?
R: La cirugía oncológica es un campo apasionante, pero también muy exigente. Es una especialidad que requiere sacrificio y, en ocasiones, una gran fortaleza mental. No es fácil sentarse frente a un paciente joven con toda la vida por delante y explicarle que tiene un diagnóstico oncológico grave. Esa carga emocional forma parte de la profesión.
Desde el punto de vista técnico, ciertas cirugías son extremadamente demandantes. Procedimientos en el retroperitoneo, el hígado, el páncreas o el esófago requieren un nivel de precisión y destreza quirúrgica altísimo. Pero, a pesar del esfuerzo y el sacrificio, también hay una gran recompensa. Cuando los resultados son positivos y un paciente supera su enfermedad, especialmente si es joven, la satisfacción de haber contribuido a ello es indescriptible. Más que placer, es el privilegio de compartir con ellos esos momentos de esperanza y recuperación.
P: Por último… Si no hubiera sido médico, ¿qué otra profesión habría ejercido?
R: Si no hubiera estudiado Medicina, probablemente me habría dedicado a la gestión de equipos. En 1984, cuando comencé la carrera, Administración y Dirección de Empresas (ADE) no existía como tal en España, pero siempre me ha interesado el liderazgo y la organización de grupos de trabajo.
Creo que tengo buenas habilidades para la toma de decisiones y la motivación de equipos. No sé si se me da bien o no, pero me gusta gestionar personas y coordinar proyectos. Al final, en la medicina también se terminan dirigiendo grupos de trabajo grandes. Actualmente, entre residentes y adjuntos, tengo a unas 60 personas a mi cargo. Si lo trasladáramos al mundo empresarial, sería una empresa de un tamaño considerable. Así que, en cierta forma, la gestión de equipos ha terminado siendo una parte importante de mi carrera.
De todas formas, no me arrepiento en absoluto de haber elegido Medicina. Es, sin duda, lo que siempre quise hacer.