Dr. Juan Ángel Fernández


El Dr. Juan Ángel Fernández.

 

“Asistimos a un cambio de paradigma en la aplicación de la oncología del trasplante: la aplicación del modelo de los trasplantes a la cirugía oncológica”

El Dr. Juan Ángel Fernández (Molina de Segura, Murcia, 1969) es el jefe de la sección de tumores mesenquimales y sarcomas en el Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca de la capital murciana. Asegura que se enamoró de la cirugía cuando escuchó a su futuro jefe, el Dr. Parrilla Paricio hablar de historia de la medicina y de la cirugía: “Nos transmitió una pasión que superaba con mucho cualquier pasión que le pudiera poner cualquier profesor de todos los diferentes profesores que hemos tenido en clase”. Tras licenciarse en la Universidad de Murcia (UMU), disfrutó de dos largas estancias en Minneápolis y en la Facultad de Medicina de la Johns Hopkins de Baltimore, ambos en Estados Unidos. De la cirugía del trasplante derivó a la compleja cirugía de los sarcomas, en las que destaca avances “constantes e imparables”, que han llevado incluso a cronificar patologías que en un pasado relativamente reciente resultaban incurables. Se maravilla ante la aplicación del modelo de cirugía del trasplante a la cirugía oncológica, que de momento se aplica en pacientes muy seleccionados. El Dr. Fernández, profesor asociado de la UMU, anima a sus estudiantes a disfrutar cada minuto durante su enseñanza.


P: ¿De dónde surge su vocación?

R: Pues es complicado decirlo. Así, y curiosamente, tengo claro de dónde vino mi vocación por la cirugía, pero no lo tengo tan claro respecto de la medicina. La de la cirugía lo tengo clarísimo: del doctor Pascual Parrilla Paricio. La historia se remonta a una vez que entró a clase en cirugía general de cuarto de medicina para explicarnos dos temas sobre historia de la medicina e historia en particular de la cirugía. Y me enamoré de la cirugía. Es más, probablemente el 90% de los cirujanos que se hayan formado bajo el manto del doctor Parrilla asistieron a esas clases, y fue allí donde nos nació la inspiración para ser cirujanos. Respecto de la medicina es difícil saberlo. Y, además, resulta curioso, porque en mi familia no hay médicos. Lo único que yo puedo recordar es que originalmente me gustaba mucho el ejército, sobre todo ser piloto del ejército del aire. Recuerdo, de niño, ver la serie M. A. S. H., con Alan Alda, que se desarrollaba en la guerra de Corea y en ella veías militares operando. Aquello me impactó y me ha venido a la cabeza cuando me he planteado de dónde viene mi vocación médica, porque, como le decía, no tengo ningún antecedente familiar que me haya inspirado para ser médico. 

El doctor Parrilla, mi mentor, ha sido el catedrático de cirugía más joven de la historia de España y ha sido uno de los cirujanos con mayor impacto en la transición de la cirugía, digamos, de los años setenta y ochenta, a la cirugía del siglo XXI. Prácticamente, lo ha sido todo en la cirugía española y en la cirugía internacional. Si usted le pregunta a cualquier cirujano, en activo o no, no dude sabrán decirle perfectamente quién es el doctor Parrilla. Acredita innumerables e innumerables publicaciones y ha sido miembro de numerosísimas asociaciones científicas del mundo. Ha sido además presidente de la Asociación Española de Cirujanos, director de la Revista Española de Cirugía, etc. En definitiva, un referente inolvidable para todos los que lo hemos conocido.

“En enfermos de cáncer muy seleccionados es posible aplicar el proceso del trasplante, y ya hay muchos enfermos que se están rescatando”

 


El Dr. Fernández en una operación en el Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca de Murcia.

 

P: El Dr. Parrilla ha sido, además de su profesor, su jefe de servicio. 

R: Sí, lo conocí como profesor en la facultad y luego, una vez aprobé el MIR y cuando comencé a trabajar, ya lo hice con él (hice la residencia en su servicio, Cirugía General y del Aparato Digestivo del Hospital “Virgen de la Arrixaca”), en Murcia. 

P: Pero usted también se formó fuera de España. 

R: Sí. Como un buen porcentaje de cirujanos en la actualidad. Siendo residente se me ofreció la oportunidad, como siempre, el Dr. Parrilla, de instaurar el programa de trasplante de páncreas (aparte del ya existente de hígado) y, antes de terminar la residencia, me fui seis meses a Minneapolis bajo la dirección del Dr. Sutherland, y estuve trabajando allí haciendo cirugía del trasplante de páncreas. En esa época, al regresar, seguí haciendo cirugía pancreática y al cabo de un par de años me volví a ir al mejor centro que hay en Estados Unidos en el manejo de esta patología, el Johns Hopkins de Baltimore, donde conocí al Dr. Cameron. Fueron mis dos estancias más prolongadas en el extranjero haciendo cirugía. 

El trasplante de hígado y páncreas siempre ha estado en la base de mi formación (y en la de la formación de cualquier residente de nuestro servicio). Sin embargo, y nunca abandonando esta actividad, organizamos una unidad inexistente en nuestro servicio como era la de la cirugía oncológica para tumores mesenquimales, en donde fuera posible tratar los sarcomas. Al igual que en muchos otros hospitales, aquí en Murcia esos tumores los hacía cada médico de forma individualizada y casi de forma anecdótica. Sin embargo, ese tipo de patología precisa de una centralización para mejorar los resultados. Resuelto a mejorar este aspecto asistencial, me fui a Milán a formarme en el Instituto Nacional de Tumores (Dr. Alexandro Gronchi) y, a mi vuelta, se organizó definitivamente la unidad en el Servicio de Cirugía. Y rápidamente observamos que los resultados eran excelentes y que empezaban a llegar enfermos. Entramos a formar parte del comité multidisciplinar, ya existente para estos tumores, y de forma conjunta y multidisciplinar con el resto de colegas del comité hemos dado un impulso extraordinario al mismo, y lo que es más importante, al adecuado manejo de estos enfermos. Ahora mismo estamos pendientes de la certificación regional como centro de referencia regional.

P: Volviendo a sus tiempos de formación, ¿qué fue lo que le escuchó al Dr. Parrilla decir para que se decantara usted tan claramente por la cirugía? 

R: Cuando dio la clase lo hizo de una manera profundamente inspiradora y motivacional. Es decir, nos transmitió una pasión que superaba con mucho cualquier pasión que le pudiera poner cualquier profesor de todos los diferentes profesores que hemos tenido en clase. Y evidentemente eso a un estudiante, que es como una esponja absorbiendo toda la información que recibe, le impacta. No es ya la información que te transmite el profesor, es la pasión con la que te la transmite. Y en ese caso había un campo fértil, un campo bien abonado que el doctor Parrilla supo regar y desde luego no me dejó ninguna duda sobre lo que quería yo, hacer cirugía. No tenía ninguna duda. El doctor Parrilla nos dijo que ser cirujano es más que ser médico: es ser un médico que, además, opera. Con esa forma de hablar, con esa pasión que nos transmitía y con una personalidad apropiada para este trabajo, la decisión era fácil. Y estamos hablando de un trabajo muchas veces frustrante y, desde luego, extraordinariamente estresante, tanto desde el punto de vista físico como intelectual. 

P: ¿Y la orientación hacia el trasplante? ¿Lo escogió porque le parecía técnicamente retador?

R: El mundo del trasplante es apasionante, pero no solo del punto de vista técnico, sino que lo es también desde un punto de vista médico. ¿A quién vamos a trasplantar? ¿Por qué? ¿Cómo lo vamos a hacer? ¿Cómo vamos a evitar el rechazo? Son preguntas que surgen. Y luego está toda la investigación que lleva detrás. El trasplante, el momento técnico del mismo, es la punta del iceberg, pero la base teórica sobre la que se apoya es inconmensurable. Podríamos pensar que ya lo sabemos todo y que el trasplante es ya un procedimiento rutinario sometido a escasa evolución. Nada más lejos de la realidad. Así, a día de hoy estamos asistiendo a un cambio de paradigma muy notable con el desarrollo y aplicación de la llamada “transplant oncology” u oncología del trasplante, esto es, la aplicación del modelo de trasplante a la cirugía oncológica. Es decir, cuando en el hígado no podemos resecar la enfermedad metastásica, lo abordamos con una forma extrema de resección, que es quitar todo el órgano y hacer un trasplante. Esto enfatiza el hecho de que el trasplante es un mundo en constante evolución, sujeto a avances continuos que están permitiendo nuevos indicaciones y mejoras muy notable para los enfermos.  

P: ¿Qué ha hecho posible este gran paso? 

R: El punto clave (aparte de las evidentes mejoras logradas en términos técnicos y de control del rechazo) es el mejor conocimiento de la fisiopatología del proceso de oncogénesis. ¿Conocemos del todo el cáncer? No lo suficiente, desde luego, pero ya sabemos muchas cosas. Y eso hace que en enfermos muy seleccionados sea posible aplicar el proceso del trasplante, y ya hay muchos enfermos que se están rescatando. Probablemente, esto solo sea el comienzo de una larga carrera.

P: Este vínculo entre trasplante y cirugía oncológica es oportuno para preguntarle en qué momento deja usted el ámbito de los trasplantes y se pasa a la oncología quirúrgica. 

R: El salto lo di hace unos diez años. Durante toda mi formación había hecho cirugía pancreática, una cirugía de muy alta complejidad, igual que la cirugía hepática y desde luego el trasplante. Y de alguna forma, durante estos años —sin saberlo porque no sabía qué iba a pasar— por consideraciones de carácter personal, decidí, tal y como he comentado con anterioridad, meterme en el mundo del sarcoma, inicialmente en el campo del Tumor del Estroma Gastrointestinal (GIST). No solo fue una decisión personal, tuve muchísimo apoyo y, además, había una necesidad evidente y desde luego fue una oportunidad extraordinaria. Una vez finalizado mi periodo formativo en el páncreas e hígado, tenía ya una formación técnica muy potente. Estuve durante un par de años formándome desde el punto de vista teórico más. Y luego di el salto y empecé a trabajar en sarcoma. Empecé a trabajar más y vi que de alguna forma toda la formación que había tenido previamente me había venido como anillo al dedo para poder hacer una cirugía tan compleja y tan desafiante técnicamente como es la cirugía del sarcoma. 

 


Cirugía de banco en un trasplante de hígado en el ‘Virgen de la Arrixaca’. 


“En sarcoma, año tras año, se identifican nuevos tipos tumorales con base en su perfil molecular. Los avances en este campo son constantes e imparables”

P: El sarcoma es una enfermedad poco conocida para los legos en medicina, con una incidencia de 3,1 casos por 100.000 habitantes en España (datos de 2015). ¿Es una enfermedad compleja médicamente hablando?

R: Efectivamente, la dificultad a la hora de comprenderla deriva de varios factores. El primero es su variable localización anatómica, porque puede aparecer en cualquier sitio. Es un tumor cuyo origen puede situarse en el tejido nervioso, el tejido graso, el óseo, el tejido muscular, etcétera. Por tanto, un sarcoma puede aparecer en cualquier punto de la anatomía. En segundo lugar, son tumores muy poco sintomáticos, de modo que si generan síntomas, son derivados del efecto “masa” generado por el propio tumor. Esto hace que el tamaño de estos tumores sea, con mucha frecuencia, gigante. En tercer lugar, se trata de un tipo tumoral con más de 150 tipos y subtipos histológicos, cada uno de ellos con sus propias características biológicas, con su perfil de mutaciones específico y sus propios requerimientos terapéuticos. Estos factores, asociados a su baja incidencia, hace necesario que haya que centralizarse los casos para que los médicos hagan más casos y ganen experiencia en su manejo. Desde el punto de vista quirúrgico, hablamos de cirugías muy complejas, que muchas veces precisan de la colaboración de otras especialidades como la de un cirujano plástico, traumatólogo, cirujano cardiovascular o urólogo, entre otros. Queda clara la necesidad de la centralización de esta patología en hospitales de primer nivel y la absoluta necesidad de su manejo interdisciplinario si queremos obtener buenos resultados.  

P: Entiendo que parte de los avances en los sarcomas derivan de los avances de la identificación histopatológica de los tumores, ¿cierto? 

R: Un ejemplo paradigmático es el del GIST. Se trata de un tumor que hace 20 años “no existía”. Quiero decir que no se sabía de su existencia, siendo estos tumores sistemáticamente clasificados e incluidos en un “cajón de sastre” junto a otros tipos de tumores, normalmente leiomiomas. Pero luego, gracias a los avances en la biología molecular, se identificó una mutación específica. Y fíjese: se identifica la mutación específica de este tumor, lo que permite aislarlo y considerarlo como una entidad patológica propia. Más aún, la identificación de esa mutación nos llevó a ver que disponíamos de un fármaco específico, capaz de bloquear esa mutación que era la responsable de su proceso de oncogénesis. No solo identificamos el tumor, sino que identificamos los procesos oncogénicos claves del mismo, y con ello, las potenciales opciones terapéuticas existentes. 

Para el resto de tumores, de sarcomas, la situación es idéntica. Año tras año, se identifican nuevos tipos tumorales con base en su perfil molecular. Incluso muchos tipos tumorales solo se identifican y nombran de esa forma. Los avances en este campo son constantes e imparables. 

 

“Uno de los grandes retos, en sarcoma, es el del diagnóstico precoz”

 

P: ¿En qué medida ha mejorado la supervivencia? 

R: En el campo del GIST, la supervivencia, especialmente en el GIST metastásico, era muy baja. Un grupo importante de enfermos morían de metástasis. Ahora la situación es completamente diferente. Así, sabemos qué mutación específica tiene cada GIST en cada paciente, qué fármaco le podemos administrar, sabemos qué riesgo tiene de que desarrolle o no metástasis, etc. Y luego disponemos hasta de cuatro líneas diferentes de fármacos con actividad frente a este tumor. ¡Cuatro líneas!, ¡¡¡no una, sino cuatro!!!, que se pueden aplicar de forma secuencial para los enfermos con metástasis. Hasta el punto de que incluso en muchos casos de enfermos con GIST metastásico que no se pueden operar, conseguimos que la enfermedad se convierta en crónica.  Eso es sencillamente espectacular. 

Con respecto del resto de sarcomas, hemos de enfatizar que las anomalías moleculares son mucho más complejas. En la última clasificación de la OMS, tal y como he comentado, podemos ver entidades nuevas basadas exclusivamente en el tipo de mutación o en el tipo de alteración genética que el tumor posea, lo cual es espectacular. Y es esa alteración molecular, junto al resto de conocimientos que se van adquiriendo, lo que nos permite saber aplicar el mejor tratamiento a cada caso. Y siempre, y esto hay que recalcarlo mucho, en el seno de unidades especializadas que disponen de equipos multidisciplinares. De todos modos, hay mucho que avanzar, hay muchísimo que hacer. 

P: ¿Cuáles son, pues, los principales retos?

R: Uno de los grandes retos es el del diagnóstico precoz. Este es el más basal pero también más importante. Y es que estos tumores, al no generar apenas sintomatología, es muy difícil identificarlos precozmente. En este sentido, un aspecto fundamental se centra en la derivación precoz al especialista. Esto es, que ante la más mínima sospecha, cualquier médico sea capaz de identificar esos tumores y pensar que puede ser un sarcoma y, por tanto, remitirlo de forma rápida a un centro de referencia. Tal vez esa sea una de las claves, porque en los centros de referencia seguimos viendo muchos enfermos operados, incluso sin estudios histopatológicos, y que vienen aquí con recidivas tumorales. Eso no lo podemos permitir. Una de las claves en la oncología moderna es la detección precoz. Y aquí, en cuanto se detecte, la remisión del paciente rápidamente a los centros especializados es una clave fundamental. Este sería, digamos, el primer reto. 

Otros avances que precisamos son la integración del papel del cirujano y del oncólogo y del biólogo molecular, para saber qué fármaco y qué actitud quirúrgica hay que tomar y en qué momento, para cada tumor y cada paciente. Es decir, habrá tumores que solo necesiten cirugía, habrá tumores que solo precisen quimio o radioterapia, habrá tumores a los que habrá que darles primero radioterapia y después cirugía. Todas las combinaciones son posibles, y es que el paradigma terapéutico y oncológico clásico de que el cáncer se trata primero con cirugía y después con quimioterapia ha desaparecido. Se ha terminado. Cada enfermo, y además de forma individualizada, y aun con el mismo tipo histológico, deberá ser manejado desde el punto de vista de la medicina personalizada. Debemos preguntarnos qué perfil de mutaciones tiene, qué características el enfermo presenta, y decidir entonces en cada enfermo qué es lo óptimo y cuál es la secuencia óptima de uso de los diferentes abordajes terapéuticos de que dispongamos.  

P: Es decir, que más que nunca en el caso de los sarcomas, los comités y los equipos multidisciplinares son una obligación. 

R: Sí, un equipo multidisciplinar es un equipo del que forman parte muy diferentes especialistas, cada uno de los cuales aportando su “granito de arena” por el bien de los enfermos, Así, el equipo encargado del manejo de los sarcomas integra  un cirujano general, traumatólogo, oncólogo médico, oncólogo radioterapeuta, radiólogo, patólogo, incluso un médico nuclear. Digamos que esa es la configuración básica. Desde un punto de vista técnico, tampoco, desde luego, se opera solo. El cirujano encargado del caso debe apoyarse, con mucha frecuencia, en el buen hacer de otras especialidades como la traumatología, cirugía cardiovascular, urología y muchas otras. De igual forma, la existencia de este equipo multidisciplinar y la buena relación entre sus miembros es fundamental para el mejor tratamiento y mejores resultados y pronóstico del enfermo. La idea, como me gusta decir, es “operar al enfermo antes incluso de que este llegue al quirófano”. No podemos dejar cabos sueltos.

 

El Dr. Fernández en una operación.


P: Estamos viendo en otros ámbitos de la medicina el auge de otros abordajes terapéuticos, lo que está haciendo reconsiderar el propio papel de la cirugía. 

R: El papel del cirujano ha cambiado y ya no es como antes. Digamos que hemos pasado por diferentes fases. Una primera fase, la de los años cincuenta/sesenta, en la que cuando se te decía que “hay que operarte” te echabas las manos a la cabeza. Posteriormente, se pasó a la fase de los años ochenta/noventa, en la que si no se te podía operar y en su lugar, se te iba a dar quimioterapia, la gente pensaba: “¡Cómo estaré de malo!”. Ahora estamos en una fase en la que esto ya no es así, en la que cada enfermo, en un momento determinado de su enfermedad y según el tipo de enfermedad que tenga, verá que la cirugía se puede emplear o no, o que se puede emplear de entrada o no, o puede que no se emplee nunca. ¿Qué va a ocurrir en el futuro? Pues probablemente la tendencia sea a menos cirugía, menos agresiva y más personalizada. Es decir, habrá enfermos prácticamente idénticos y a uno lo operaremos de entrada y no haremos nada más. Y al otro directamente no lo operaremos, porque habrá terapias que sean capaces de controlar una enfermedad sin necesidad de cirugías de gran agresividad. Personalmente, pienso que vamos hacia la personalización, cuyo primer paso es el de la caracterización detallada del tumor desde un punto de vista histológico, inmunohistoquímico, inmunológico y molecular, gracia sal uso sistemático de la biopsia tumoral preterapéutica. Así, antes de instaurar cualquier tratamiento sabremos a qué tipo tumoral nos enfrentamos y cuál es la mejor opción, en ese paciente en particular, de tratamiento. El cual, desde luego, puede diferir por completo del de un tumor similar en otro enfermo. Esta es la clave de la personalización. También es cierto, esto es verdad, que el sarcoma, desde un punto de vista genético, es extraordinariamente complejo. Pero que la tendencia es esa: a hacer menos cirugías, menos agresivas y si es posible, no efectuarlas.

P: ¿Hacia dónde evoluciona ese ámbito, desde el punto de vista de la formación necesaria para abordarlo? 

R: Creo que en este sentido la medicina en España ha ido evolucionando, como no podía ser de otra forma, hacia la subespecialización. Ahora mismo en cualquier hospital grande o pequeño hay subespecialidades, es decir, cualquier servicio de cirugía agrupa en su seno diferentes subespecialidades como la de la mama, la cirugía endocrina, etc. ¿Eso significa que nuestros residentes cuando acaban son ya capaces de meterse en una unidad de alta especialización? Creo que no, creo que los residentes cuando terminan su formación tienen las bases para ser cirujanos generales —cirujanos generales [enfatiza]— y una vez que terminan deben de pasar varios años haciendo cirugía general y aprendiendo el oficio de cirujano. Ya posteriormente, podrán hacer una subespecialización, como los ‘fellowships’ que se ofrecen en Estados Unidos. El recorrido formativo debe incluir no solo la formación técnica, sino también, y de forma inexcusable, la investigadora.

 

“El cirujano tiene la obligación de investigar: tenemos que ir desde la mesa del quirófano o cama del enfermo a la mesa del laboratorio y después volver y hablar con quienes conocen el laboratorio”

 

P: Los cirujanos tienen la obligación de investigar, ¿cierto? 

R: Absolutamente. Nosotros, los clínicos, somos los que vemos y sufrimos los problemas de los enfermos. Somos nosotros. Es decir, nosotros tenemos el problema. Y somos nosotros los que tenemos que ir desde la mesa del quirófano o cama del enfermo a la mesa del laboratorio y después volver y hablar con quienes conocen el laboratorio. Tiene que haber una extraordinaria relación de simbiosis entre el clínico y el laboratorio. Tú le tienes que presentar el problema. Ellos te dicen qué potenciales soluciones o por dónde podemos investigar. Y de esa relación de ese intercambio y formación donde se obtienen los grandes resultados. Por otra parte, y en el ámbito que nos ocupa, debemos tener en cuenta que hay más de 160 tipos de sarcomas. Es por ello que resulta muy difícil obtener series homogéneas con grandes cantidades de enfermos. Tenemos que colaborar entre los diferentes hospitales, tenemos que colaborar con otras especialidades y tenemos que colaborar incluso con gente con la que no pensábamos que íbamos a colaborar, como un biólogo molecular, un estadístico, etcétera. Tenemos que colaborar si queremos obtener resultados. El cirujano tiene tres pilares: el asistencial, el docente y el investigador. 

 

“El sistema sanitario, desde un punto de vista general, se encuentra en una situación de crisis muy grave”

 

P: ¿Qué cree necesario para que mejore el sistema sanitario en el abordaje del sarcoma? 

R: El sistema sanitario, desde un punto de vista general, se encuentra en una situación de crisis muy grave. Lo peor es que existe una absoluta falta de conocimiento por parte de la población general respecto de cuál es la situación real de nuestro país y de nuestra sanidad en particular. El desconocimiento es completo. Por ejemplo, muchos consideran que la medicina es gratuita. ¿Gratuita? No es verdad. Es extraordinariamente cara. Muy cara. La pagamos todos los días con nuestros impuestos y hay una falta de respeto absoluta hacia la Seguridad Social en general y hacia el médico en particular. Nuestra formación como  personal facultativo es extraordinaria. Hemos dejado mucho, mucho tiempo de nuestra vida personal estudiando y trabajando. Trabajamos con la vida de los enfermos. Y el 99% de los médicos que conozco son médicos que si tienen un problema con un enfermo van a dormir con ese enfermo esa noche; es decir, no van a dormir. 

En el mundo del sarcoma en particular, lo que es además aplicable a cualquier subespecialidad, es preciso que se establezcan unidades de referencia para disponer de los medios que necesitamos para nuestro trabajo. La ausencia de medios asistenciales adecuados, incentivos para la investigación, etcétera, hacen que no podamos desarrollar nuestro trabajo adecuadamente y en todos los ámbitos. Esto, indudablemente, genera una enorme frustración. No me extraña que la gente se vaya a trabajar fuera. Necesitamos inversión, y debemos empezar por lo más importante que es la salud. La salud y la educación. 

P: ¿Cree usted que hay una ignorancia general, social, por lo que son los centros de referencia? 

R: Sí, sí, efectivamente. Personalmente, a mí me parece que el nivel de ignorancia respecto de muchos aspectos de la vida es extremadamente notable en nuestra sociedad. Muy notable. Realmente cuando uno ve lo que se transmite en la televisión y en la radio, donde escasean los programas de divulgación científica cuyos fans son, además, considerados como frikis, tenemos un problema, un problema grave en nuestra sociedad. Tenemos que hacerle entender a un enfermo que tiene derecho y obligación de exigir el mejor tratamiento y que tiene el derecho a que haya una unidad de referencia. Y ser trasladado a la unidad de referencia me parece fundamental. Y también tiene la obligación de exigir que a sus médicos se les eduque, que haya un presupuesto para la educación del médico de atención primaria, del cirujano general, por ejemplo, para que nunca ninguno de estos enfermos deje de ser derivado cuando tenía que haberlo sido. 

“La medicina es una profesión maravillosa, porque estamos hablando del funcionamiento del ser humano y de  por qué ese funcionamiento tan perfecto y tan ordenado fracasa y se convierte en una enfermedad”

 

P: ¿Qué le recomendaría usted a los estudiantes de medicina interesados en su ámbito?

R: El estudiante de medicina puede estar interesado si hay un buen profesor. Si hay un buen ambiente, le va a interesar todo. La medicina es una profesión maravillosa, porque estamos hablando del funcionamiento del ser humano y de  por qué ese funcionamiento tan perfecto y tan ordenado fracasa y se convierte en una enfermedad. Los estudiantes, desgraciadamente, están pendientes sobre todo del MIR, pero lo que tienen que hacer es disfrutar cada minuto durante su enseñanza. Eso es fantástico porque luego en su desarrollo profesional y laboral tendrán que estudiar por su cuenta, tendrán una serie de responsabilidades personales y profesionales y ya esa inocencia del aprendizaje desaparecerá. El estudiante de medicina lo que tiene que hacer es disfrutar de la medicina y posteriormente, cuando acceda al MIR, plantearse el elegir una determinada especialidad que le haya parecido interesante y que se adecúe a su perfil y características personales y, si tiene notas para ello, pues adelante. Pero primero que disfruten de la suerte que tienen de poder estudiar medicina. 

P: No sé si sigue usted pensando alguna vez en aquello de hacerse piloto.

R: A ver, todos nos arrepentimos alguna vez de lo que hemos elegido como profesión porque hay momentos muy buenos, momentos buenos y momentos malísimos. Las complicaciones de los enfermos, propias de nuestra profesión, nos duelen como si nos pasaran a nosotros mismos. Y eso es una mochila que todos los médicos tenemos, la conocemos y además sabemos que no se vacía nunca. Es una mochila que va llenándose de piedras muy pesadas, todas y cada una de ellas con nombre y apellidos, con intervenciones quirúrgicas, con noches de insomnio, de cansancio, con dolores de espalda. Esa mochila está ahí y muchas veces dice uno: ‘Ay, me tenía que estar dedicando a otra cosa o a otro tipo de medicina’. Más aún, también pensamos,  ‘Con lo que me están pagando, el poco respeto que me tienen y las dificultades que tengo para hacer las cosas que estoy haciendo, como la investigación’… Pero, al día siguiente, te levantas y aparecen no uno, sino tres enfermos como el que se te complicó, y comienzas de nuevo, pero esta vez sabiendo más. ¡¡¡Apasionante!!! Porque se aprende del enfermo que va bien, pero sobre todo del que va mal. Y en biología nunca, nunca uno más uno es dos. En medicina, uno más uno nunca es dos. Será 2, 1, 3 o 1, 9, pero a veces hasta cinco, o siete, o dos, o cero. Todo eso supone un estímulo extraordinario. 

 


El Dr. Fernández.

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